En 1890, el inmigrante español Manuel Chinchilla creó las primeras organizaciones anarquistas entre los obreros tipógrafos de Valparaíso y Santiago, labor que continuaron Carlos Jonquera, Magno Espinosa y Alejandro Escobar. Los ácratas influyeron de manera importante en la etapa de conformación de las organizaciones de los trabajadores, difundiendo los ideales del asociacionismo obrero y la conciencia de clase. En este sentido, impulsaron el desarrollo de las mancomúnales, las federaciones gremiales y las sociedades en resistencia, que alcanzaron gran apoyo entre obreros y artesanos de Santiago, Valparaíso, Talca y Concepción. Durante las dos primeras décadas del siglo XX el movimiento anarquista chileno alcanzó su máximo nivel de difusión e influencia sobre el movimiento obrero, convocando a grandes manifestaciones, huelgas generales y sectoriales, y protestas violentas contra el capitalismo y el estado burgués. En 1926 nació la Federación Obrera Regional de Chile (FORCH), afiliada a la internacional anarquista, Industrial Workers of the World. En la década de 1930, el movimiento anarquista entró en conflicto con otras corrientes ideológicas, como radicales, socialistas y comunistas, que propiciaban un sindicalismo legal dependiente de los partidos políticos.
Los anarquistas, por el contrario, propugnaban un anarcosindicalismo libre, independiente de las leyes y del Estado. El Código del Trabajo, dictado en 1931, terminó por integrar a los sindicatos al sistema legal al regular los conflictos laborales, y acabó minando la influencia del anarquismo sobre los sindicatos.
El anarquismo en mi opinión fue un hecho como positivo ya que los trabajadores eran sometidos a un duro y maltratador trabajo sin que nadien los pudieran defender con este nuevo pensamientos e ideales ellos se pudieron defender de la garras de sus patrones o jefes haciendo mancomúnales (que eran la agrupación de varios personas para lograr un bien común lo que hoy en día se le llama proteste o huelga).